domingo, 30 de septiembre de 2012

Mi madre me puso de nombre Puto, de apellido Lunes.

Ya podemos olerla, ya está cerca, ya podemos palparla, sentirla, ya están aquí los domingos de resaca con estudios, las tardes de lluvia encerradas en casa, las mantas calientes que buscamos por los cajones, el sofá congelado, los cristales empañados, ya están aquí esas mañanas que madrugar, esos agobios por exámenes, ese segundo en el que pasa la persona que deseas caminando por los pasillos de colegio, ese recuerdo muerto de las fiestas del verano pasado, esos ligues que recuerdas, ese apagón del móvil para concentrarte, la separación de tus amigos por unos libros, ya está aquí la rutina. Suena el despertador, son las siete de la mañana, buena hora para nada, la cara con cicatrices de la almohada, los ojos pegados, las sábanas por los suelos, tu ropa esperándote en el atril, tu autoestima por los suelos, tu poco apetito para desayunar y preguntándote qué haces despierto sin aún no salió el sol. Sólo ha pasado media hora y aún sigo en la cama, mientras mi madre a grito limpio te sacude de la cama, no hay ganas, hoy no es el día, ¿quién te puse el maldito nombre de Lunes? ¿qué quieres de mí?... Ropa puesta, leche bajando por el esófago, pelo repeinado, dientes limpios, todo perfecto, mochila preparada, libros con las esquina dobladas, y zapatos puesto, todo perfecto excepto esta maldita hora y este jodido día. Tu madre pregunta, mejor no contestar, ya sabes que soy así cuando me levanto, me lavo la cara por segunda vez y las ojeras siguen pegadas bajo mis ojos, mirada caída y desganado me dispongo a entrar en el coche. La misma gente, la misma acción cada mañana, el mismo atasco en la misma rotonda, no ha cambiado nada, ni siquiera mi forma de ser. Llegas tarde pero te la suda, la puerta cerrada, momento de falsificar en la agenda, el mismo conserje que te dice en tono gracioso que no sonó el despertador, puto hipócrita, acaso ¿no duermes? ¿cómo puedes tener esa puta sonrisa a esta hora? creo que será la única sonrisa que veré hasta tercera por lo menos, hoy el día está nublado, todo calmado, en la clase ni una mosca vuela, ronquidos del mismo chaval duro y malo de todos los años, no hay caras nuevas, mis ojos se cierran poco a poco y mi compañera se ríe de mí, hoy efectivamente no es mi día. Suena el timbre, cambio de clase, momento para descansar, pero fallo, el fatiga del siguiente profesor está ya en la puerta esperando, jodido cabrón, ¿no meas? ¿no bebes agua? ¿eres una especie de humano del futuro? y se sienta. Repeinado, olor a su barata colonia por todo el aula, chaquetón de plumas, y gafas cristalinas deslumbrantes y encima yo en primera fila pidiendo un paraguas a gritos porque el maldito calvo está lanzando sobre mi cabeza ráfagas de salivas sólo al hablar. Miremos el reloj, y sólo pasa una hora, en efectivo los lunes son los días más largos del año, y queda demasiado para el viernes, me quedo embobado mirando la pared y me llama la atención con la gratuita y calcada expresión de: "Qué te quedas mirando las busarañas", jaja que gracioso el tonto de turno que no cambia de repertorio de chistes malos desde primero de la ESO, no me jodas, para reírme ya están mis amigos, o eso creo, este sábado sí que disfruté bailando y saltando cual poseso bajo los efectos de la musa de nuestras noches, la bebida, el alcohol. Pero queda mucho para que se repita así que sonrisa falsa y sigamos la clase. ¿Por qué somos tan falsos? Un profesor suelta una broma y parece que tenemos al puto Dani Rovira en la pizarra, los pelotas de la 'profe' desmelenados por el pupitre y con los ojos fuera de sí, extasiados, ¿os drogáis? ¿fumáis yerba? porque no le veo la gracia, bueno sí me río de la iluminación que provoca el sol en su calva y me deslumbra, eso sí que es bueno, puto calvo. Pues recreo, se acerca el momento, en breves estará mi madre en casa con el mismo puchero de los lunes, el mismo episodio repetido cada lunes al año, las mismas ganas de que acabe ya, y es que no podemos huir, ya la tenemos aquí, ya es Septiembre llamado el 'Mes Lunes', sí, ese que trae a la rutina de la mano y te roba las horas de sueño y las ganas de despertar de este sueño. Somos esclavos del lunes, y de la rutina, la misma puta de siempre que no quiere acostarse contigo.

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